¿Qué es el sistema interoceptivo y cómo funciona?
Resumen
¿Sabías que existen más de cinco sentidos? Y no, no nos referimos al sentido del ridículo o al sexto sentido paranormal, que da nombre a la película protagonizada por Bruce Willis. Además de los cinco sentidos que nos han enseñado en la escuela (vista, oído, olfato, gusto y tacto), que son los responsables de ponernos en contacto con el mundo que nos rodea, también tenemos el sistema vestibular y el sistema propioceptivo, que nos dan información sobre nuestro propio cuerpo.
- El vestibular es el equilibrio, el que informa a nuestro cerebro de la posición en la que está respecto al espacio. Si estamos arriba, abajo o si nos movemos a un lado o a otro.
- El propioceptivo nos informa de la posición en la que está colocado nuestro cuerpo, y es el encargado de informarnos de que tenemos dedos de los pies, por ejemplo, a pesar de que tú estás leyendo este artículo y no los estás mirando.
Cuando estos sentidos están bien ajustados, si cerramos los ojos y alguien nos empuja, el sistema vestibular nos dirá en qué dirección nos estamos cayendo y compensaremos este movimiento con nuestras extremidades. Solo con la vista o con el tacto no seríamos capaces de saber hacia dónde caemos.
Pero hay otro sentido quizás más desconocido: la interocepción. Este sentido está formado por todas esas «alarmas» internas que nuestro cuerpo emite, por ejemplo: el apetito, la sed, el sueño o el cansancio, la sensación de fiebre, el dolor interno, las ganas de orinar o defecar, el nerviosismo o la excitación sexual, entre otras. Pero, ¿cómo funciona este sentido al que habitualmente no le prestamos demasiada atención?
La interocepción se refiere a la capacidad de percibir y comprender las señales internas de nuestro cuerpo que nos indican sensaciones como el apetito, la sed, el cansancio, el dolor, la ganas de orinar o el nerviosismo, entre otras
En cada uno de los órganos de nuestro cuerpo tenemos receptores sensoriales de estos procesos. En el caso del apetito, por ejemplo, nuestro estómago emite una señal de hambre o saciedad mediante fibras nerviosas que finalizan en nuestro cerebro y hormonas que circulan por el torrente sanguíneo. Es, pues, nuestro cerebro, en este caso concretamente el hipotálamo, el encargado de interpretar esta señal; y cuando se procesa esta información es cuando decimos «tengo hambre» o, al contrario, «gracias, no tengo más apetito». Se trata de un proceso automático e inconsciente, pero es básico para regular nuestra conducta, pues en función de esto, nos pondremos a comer o no comeremos más. Nos pasa algo parecido cuando el sistema interoceptivo nos envía una señal de reacción ante una emoción, como por ejemplo la sensación de «nudo en la garganta», y debemos interpretarla.
El sentido interoceptivo en las personas autistas
Sabemos que el procesamiento sensorial en las personas autistas es diferente al de las personas neurotípicas (así es como llamamos a las personas con un desarrollo típico o no autista). En las personas autistas hay una tendencia bastante alta a la hiporreactividad a los estímulos interoceptivos, es decir, a sentir menos estos estímulos. ¿Qué significa esto? ¿Que una persona autista no siente hambre? No, pero sí que podría pasar muchas más horas de las recomendables sin ingerir alimentos hasta que aparezca la sensación de apetito. Y lo mismo con la de sed. O, por ejemplo, puede ocurrir que tenga que ir a orinar siempre con mucha urgencia, porque la sensación de vejiga llena solo le llega al cerebro cuando está ya muy llena. Otra manera en la que se puede manifestar una hiporreación a estímulos sensoriales interoceptivos puede ser en la dificultad de identificar una señal interna: la persona siente que algo no está bien en su cuerpo pero, ¿es porque tiene sed?, ¿cansancio?, ¿nervios?, ¿dolor?, ¿fiebre?
Las personas autistas suelen sentir menos estos estímulos. Pueden pasar horas sin ingerir alimentos o beber; no tendrán ganas de orinar hasta tener la vejiga demasiado llena; o pueden tener dificultades para interpretar señales como cansancio o nervios.
¿Qué pasa si no detectamos bien estas señales? Pues que no regularemos bien nuestra conducta o, quizás, no identificaremos bien nuestras emociones, por lo que tampoco las regularemos bien. Es decir, como no nos damos cuenta de que llevamos horas sin beber agua y nos estamos deshidratando, no realizamos la conducta de beber y devolverle este equilibrio a nuestro organismo. O, por ejemplo, si nos cuesta detectar la señal de cansancio, podemos no darle los descansos necesarios a nuestro cuerpo.
En el caso del reconocimiento de nuestras emociones el proceso es aún más complejo, pues recibimos señales de nuestro cuerpo parecidas o idénticas ante situaciones completamente distintas, y tenemos que saber interpretarlas según el contexto o nuestras experiencias previas. Es decir, podemos notar la señal de latidos de nuestro corazón, tanto cuando estamos nerviosos en un examen, como cuando estamos contentos y emocionados por un viaje que vamos a realizar.
Sabemos que como en todos los sentidos, hay diferencias y particularidades entre las personas. Y, del mismo modo que hay personas que tienen el sentido del olfato más o menos agudizado, también hay personas con una interocepción más o menos fina. Es importante tener esta información para poder encontrar estrategias (ponerse alarmas, hacer pausas para beber u orinar, tener una rutina bien establecida de hábitos, tener una agenda visual, llevar un pequeño registro de nuestro estado interno…) que nos sirvan a nosotros, y a nuestros allegados, para poder regular estas sensaciones internas y tener una vida lo más saludable posible.
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