La necesidad del otro
Preguntados en la edad adolescente, un grupo de más de 700 chicos afirmaba en Boston (EEUU) en los años 30 que la fama, el dinero o un buen trabajo serían las claves que les asegurarían un buen futuro. Quizás no muy diferente de lo que dirían muchos y muchas adolescentes si les preguntáramos ahora, casi un siglo más tarde.
Pero han sido necesarios 80 años de estudio de una de las más prestigiosas universidades a nivel mundial para desmontar el tópico y desvelarnos el nutriente esencial de una vida plena: el vínculo con el otro.
Un estudio realizado por la Universidad de Harvard a lo largo de casi 80 años con el objetivo de determinar qué mantiene a las personas sanas y felices, advierte de un aprendizaje significativo: disfrutar de vínculos sociales positivos protege a las personas, ayuda a retrasar el deterioro físico y mental y es un elemento indispensable para tener vidas sanas y felices, mucho más que la clase social, el coeficiente intelectual o incluso los genes.
El estudio, que todavía continúa en la actualidad, comenzó en 1938 con una muestra de 724 chicos, a los que año tras año se les ha realizado un seguimiento completo a partir de cuestionarios, entrevistas e informes médicos. A pesar de no incorporar chicas por el momento social en que se inició (no había mujeres en Harvard), sí que participaron chicos de dos entornos muy diferentes: estudiantes del Harvard College y chicos de los barrios más pobres de Boston.
En ambos casos, «el hallazgo más sorprendente es que nuestras relaciones y lo felices que nos sentimos en ellas tienen una poderosa influencia en nuestra salud», afirma Robert Waldinger, director del estudio, psiquiatra del Hospital General de Massachusetts y profesor de psiquiatría en la Harvard Medical School: «Cuidar el cuerpo es importante, pero cuidar las relaciones es una forma potente de autocuidado». Y matiza Waldinger que, al hablar de relaciones, no pesa tanto la cantidad como la calidad de las mismas.
En una sociedad en la que a menudo se potencia el individualismo por encima de la colectividad, la competencia por encima de la cooperación o la visión biomédica por encima de la biopsicosocial y espiritual, el descubrimiento de Harvard no deja de ser revolucionario.
Estas fiestas, que muchas personas han vivido de nuevo la soledad no deseada, es necesario poner en el centro la acción comunitaria, al valor de las relaciones humanas, los proyectos que conectan personas. Muchas son las experiencias en este sentido y más habrá que potenciarlas.
Pero tenemos que estar a la vez muy atentos: en los últimos años, la soledad no deseada ha sufrido un notable aumento en las sociedades occidentales. Además de afectar al bienestar psicológico de las personas, su presencia se asocia con peores niveles de salud y mayor riesgo de mortalidad. No en vano, países como Gran Bretaña o Japón han creado recientemente Ministerios de la Soledad.
Así nos lo advertía hace seis años el documental «La teoría sueca del amor», del realizador Erik Gandini, que prestaba atención a los efectos de determinadas políticas sociales que debilitan en realidad la solidez de la sociedad y las redes de apoyo mutuo. «Que el estado sustituya a familia y amistades como red de protección ha tenido un efecto inesperado en la sociedad sueca: una plaga de soledad», afirma el doctor en Ciencias Políticas de Oxford Víctor Lapuente en el diario El País.
La necesidad de tribu no es un invento de los tiempos modernos. Desde los inicios de la humanidad, hemos vivido conectados a la comunidad, no sólo para asegurarnos la supervivencia, sino también como respuesta a la necesidad de vínculo emocional, de sentirnos personas aceptadas, reconocidas y amadas.
Si como revela el estudio de Harvard, las relaciones sanas y cercanas son el componente que nos mantendrá felices y sanos a lo largo de la vida, quizás podemos replantear algunas de nuestras prioridades ahora que todavía estamos a tiempo.
Y aparcar de vez en cuando la prisa, levantar los ojos de la pantalla y recuperar lo esencial: la conexión real con el otro. Que la pandemia no nos despiste de lo importante porque tenemos por fin la evidencia científica que dedicar espacio y tiempo a las personas que amamos mejora nuestra calidad de vida, nos hace sentir más felices y nos aporta una mejor salud física y mental.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
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