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La soledad no deseada de las personas mayores durante la pandemia

El reto de acompañar en la distancia
Elisa Sala Mozos
Elisa Sala Mozos
Observatorio de la Soledad
Amigos de los Mayores
Soledad gente  mayor

En el pico de la COVID-19 no hemos podido decidir sobre cuestiones tan básicas como cuándo salir a dar un paseo, hacer la compra, viajar, tomar una cerveza, o lo que es mucho más importante, ver y abrazar a nuestros seres queridos. No hace falta ser un experto para saber que esta imposibilidad de expresar y recibir afecto, tiene un impacto en la salud y bienestar de todas las personas.

Las personas mayores no solo han sido las personas más vulnerables frente a la enfermedad que provoca el virus de la COVID-19, sino que también han estado (y están) en el punto de mira, y han sido el foco de atención de los medios de comunicación. 

El impacto no ha sido precisamente positivo: la imagen proyectada, como único colectivo homogéneo, frágil y vulnerable, no se corresponde con la realidad diversa existente entre la población mayor, sino con la consecuencia natural de nuestras creencias colectivas acerca del envejecimiento. Pero contrariamente a la idea de la decadencia asociada a la vejez, hoy en día ya sabemos que la edad biológica y la edad cronológica son dos cosas diferentes. Mientras la primera hace referencia a los años que tenemos, la segunda se corresponde a la edad de nuestro organismo y células. Por lo tanto, se puede llegar a la vejez con un organismo más joven que el que supuestamente correspondería según a edad biológica. Aun así, la gestión de la crisis no ha sabido incorporar esta diversidad.

Concienciarnos de que el ser humano necesita de los demás

Muchas personas mayores ya estaban confinadas antes de la pandemia, muchas otras han vivido el confinamiento como la peor de las prisiones, porque se han visto abocadas a no poder realizar todas las actividades que antes desarrollaban en sus barrios y sus comunidades, otras tantas se han limitado a ver a sus familiares, hijos, hijas, nietos, nietas desde la ventana o en la distancia, negándose el abrazo y la sonrisa. Muchísimas han sufrido un doble o triple confinamiento en las residencias, en las cuales no solamente se han visto obligadas a permanecer en sus habitaciones sin acceso a los espacios comunes, sino que, además, no han podido recibir visitas de sus seres queridos durante meses.

Independientemente de las múltiples situaciones vividas, lo que es innegable es que, en nuestra opinión, se ha producido una vulneración de derechos sin precedentes y, más allá del impacto a corto plazo, se ha abierto una puerta al miedo y la vulnerabilidad que dejarán una huella que no será fácil borrar.  

Así las cosas, parece que el virus nos ha abofeteado con objeto de concienciarnos sobre la idea de que el ser humano, simplemente por el hecho de serlo, es interdependiente y necesita de los demás. Algo que en Amigos de los Mayores ya teníamos claro.

Precisamente por esta razón hemos transformado y reconfigurado toda nuestra acción social. No es fácil luchar contra la soledad desde la distancia, no lo es sin el calor de un abrazo. A pesar de ello, la inmensa oleada de solidaridad y predisposición por parte de las personas voluntarias ha hecho posible que lleguemos a los hogares. Hemos aprendido a utilizar el teléfono como principal herramienta de proximidad y acercamiento, nos hemos organizado con las redes municipales y de barrio para prestar apoyo a todas aquellas personas que lo han necesitado, y seguiremos haciéndolo durante estas fiestas, que, teñidas por el miedo y la precaución, se anuncian diferentes y nostálgicas.

El afecto de las personas voluntarias mitigan la soledad

Desde el programa de atención telefónica (PAT), en funcionamiento desde marzo de 2020, se acompaña a más de 500 personas mayores, además de las casi 2.000 a las que ya se acompañaba presencialmente antes de la crisis. Son las personas voluntarias las que han establecido una relación de amistad y confianza a través de conversaciones semanales, y las que día tras día les recuerdan que no están solas y que siempre pueden contar con nosotros. Además, gracias a un convenio con la Fundación Salud y Persona, y con objeto de dar respuesta al miedo que ha invadido a muchas personas mayores, el PAT ofrece acompañamiento psicológico para todas aquellas que lo necesitan.

Personas como Cinta, acostumbrada a los encuentros de Amigos de los Mayores y los talleres en el Casal, nos contaba cómo el miedo que le ha invadido a raíz de la crisis ya no le permite salir, ni abrazar a sus hijos ni nietos. Y entre lágrimas nos expresaba como este año no tenía fuerzas para celebrar esta última Navidad, pero que gracias al apoyo psicológico recibido a través del PAT se ha armó de valor para salir a pasear, participar de un taller y organizar una cena con dos de sus hijos en nochebuena. «Ya no es solo mi psicóloga», nos decía, «es algo más, me entiende y me ayuda».

En Amigos de los Mayores pensamos que la compañía, la empatía, y la comprensión pueden endulzar unas fiestas que se anuncian algo más amargas que otras veces.

Esperamos que el calor incondicional que ofrecen miles de personas voluntarias a través de su afecto y cariño mitiguen la soledad.

A la vez, nos gustaría creer que a raíz de esta crisis hemos aprendido algo como sociedad y que quizás a partir de ahora, seremos capaces de responder a la soledad no deseada y el aislamiento de las personas mayores colectivizando respuestas y colocando la reciprocidad en las relaciones en el centro.

Este contenido no sustituye la labor de los equipos profesionales de la salud. Si piensas que necesitas ayuda, consulta con tu profesional de referencia.
Publicación: 28 de Abril de 2021
Última modificación: 28 de Abril de 2021
Elisa Sala Mozos

Elisa Sala Mozos

Observatorio de la Soledad
Amigos de los Mayores