El futuro de los cuidados pasa por el abandono de las medidas restrictivas
Resumen
El Parc Sanitari de Sant Joan de Déu de Sant Boi de Llobregat es el primer centro de salud mental en España que ha obtenido la acreditación Libera-Dignos, otorgada por la Fundación Cuidados Dignos. Esta acreditación certifica el uso casi residual de las contenciones mecánicas en las unidades de agudos y subagudos de psiquiatría del centro. Concretamente, en la unidad de subagudos, desde 2019 no se ha realizado ninguna contención mecánica ni química y, en la unidad de agudos, la prevalencia de las contenciones es inferior al 0,9% de los casos atendidos.
Con la Dra. Ana Urrutia a la cabeza, la Fundación Cuidados Dignos promulga el cambio de paradigma en los cuidados promoviendo una nueva gestión de los mismos que respete la dignidad y los derechos de las personas, con una atención centrada en la persona.
La Norma Libera-Care proporciona las reglas que se deben seguir para garantizar la rigurosa gestión de las sujeciones restrictivas y la posibilidad de su eliminación en la organización que la implanta. La acreditación Libera-Dignos es la fase de implantación más elevada de la Norma.
Este cambio de paradigma responde también al preámbulo de la Convención Internacional sobre los derechos de las Personas con Discapacidad. En ella, los Estados que la firmaron acordaron una serie de principios como el respeto a la dignidad de la persona, a su autonomía y participación, el respeto a la diferencia, el derecho a la igualdad de oportunidades, etc.
Escucha a las personas usuarias y su padecimiento
Las personas que atendemos a las personas y gestionamos cuidados en los recursos de hospitalización de salud mental, apostamos por el uso de alternativas para evitar el uso de cualquier medida restrictiva.
Los que llevamos mucho tiempo trabajando en este ámbito sentimos que los planteamientos de cuidado que conocimos hace años son antitéticos con nuestra función de cuidado y acompañamiento. Y los que se acaban de incorporar a estos servicios, parten de una visión y ética del sufrimiento humano desde el que, simplemente, no contemplan el uso de medidas restrictivas.
Las personas con problemas de salud mental directamente afectadas por estas medidas cada vez son más y están mejor organizadas, han alzado su voz y, aunque no me guste reconocerlo, no hemos sido los profesionales sanitarios los primeros en tomarla en cuenta. Pocas personas les preguntaron qué sintieron al haber sufrido en primera persona una medida restrictiva, pero alguno de nosotros sí lo hicimos.
Como enfermero en salud mental, pero más aún por mi escala de valores personal, válida para la vida misma o para el cuidado de los demás, ser sensible a los demás me hace mejor conocedor de su circunstancia y por tanto más influyente en ésta.
Considero que el conocimiento es la base fundamental del crecimiento y del cambio. Se ha de conocer la vivencia personal del otro, aunque te piten los oídos, y también tener un conocimiento de tipo académico que argumente la visión del profesional en cada momento. Quizás antes no había muchas publicaciones que ofrecieran otros modelos de cuidado, más allá de experiencias de cuidado innovadoras de muchos años atrás y la progresiva incorporación de nuevas categorías profesionales en búsqueda de la ocupación significativa del usuario.
Progresivamente, el intercambio de conocimiento entre profesionales e instituciones, pero también el reconocimiento de las personas usuarias y su padecimiento, ha incrementado la base teórica práctica fundamental de lo que ha de constituir el futuro de la atención sanitaria en salud mental.
Conceptos como el abordaje verbal desescalador, cuidados ambientales, cuidados de enfermería de tipo preventivo y educativo tales como claves de autogestión emocional y abordaje dual de las crisis, los planes terapéuticos compartidos con la persona usuaria, y muchos más, han de ser fundamentos futuros de mejora de la práctica enfermera en salud mental. Especialmente los planes terapéuticos compartidos: contar con la participación activa de la persona usuaria cuando la situación clínica lo haga posible y así anticiparnos de mutuo acuerdo a potenciales futuras disfunciones y desencuentros cuando no haya estabilización y se requiera un abordaje más dirigido y menos compartido.
Actualmente muchas instituciones estamos envueltas en este proceso de cambio metodológico hacia la persona y su experiencia. No es fácil, pero el esfuerzo merece la pena por la mejora que significa en dimensiones tan importantes como la dignidad, la humanidad y los cuidados a la persona. No podemos reconsiderar abordajes pasados como las restricciones como una primera elección. Ni siquiera como una opción.
Por lo tanto, y a modo de conclusión, será trascendental seguir escuchando la voz y opinión de la persona usuaria, puesto que es la figura experta en primera persona. Además, conviene definir el futuro de las políticas sanitarias en salud mental y, a menor escala, de los planes de cuidado y tratamiento, de la mano de la persona usuaria. Una definición que deberá incorporar todas las revisiones legales y éticas que se llevan a cabo en clave global o territorial y que, simplemente, buscan ahondar en la consideración de los derechos fundamentales de las personas, con y sin diagnóstico. Personas ante todo.
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