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Artículo

Los condicionantes sociales de la depresión

Impacto del estatus socioeconómico, la soledad y el apoyo social en la salud mental
Joan Domènech

Dr. Joan Domènech Abella

Investigador posdoctoral
Institut de Recerca Sant Joan de Déu
Soledat i depressió

Cuando oimos hablar de los condicionantes sociales de la salud mental, a menudo solo pensamos en el efecto de los condicionantes socioeconómicos. Aun así, hay otros dominios de condicionantes sociales que contribuyen a configurar la salud mental de las poblaciones: aspectos sociodemográficos como el sexo o la edad; las características del barrio donde se vive; las circunstancias ambientales, como por ejemplo las catástrofes naturales o las pandemias; y los aspectos sociales y culturales, como la manera que tenemos de relacionarnos, el apoyo social disponible o el sentimiento de soledad, son aspectos que regulan nuestras probabilidades de tener un trastorno mental.

Todos estos dominios incluyen aspectos proximales –propios de las características de las personas o de su entorno inmediato– y distales –referidos a aspectos estructurales en un sentido más amplio–. Los factores distales condicionan el impacto de los efectos proximales en la salud mental. De este modo, si bien el sexo femenino es un factor proximal del dominio sociodemográfico que se relaciona con una probabilidad más alta de tener depresión, esta relación depende de factores distales como por ejemplo la desigualdad de género y la discriminación por sexo. Por lo tanto, la relación entre sexo y salud mental es una relación que varía en función de las características de las instituciones públicas y de la sociedad objeto de estudio en su conjunto (Riecher-Rössler, 2017).

Impacto de los condicionantes sociales en la salud mental

La Unidad de investigación del Parc Sanitari San Joan de Déu ha participado en diferentes estudios epidemiológicos que nos han permitido evaluar el impacto de los diferentes condicionantes sociales y cómo estos interactúan entre sí, moderando o interviniendo en su efecto sobre la salud mental. Durante los últimos cinco años hemos intentado responder distintas preguntas, como por ejemplo hasta qué punto los diferentes indicadores de estatus socioeconómico (educación, ingresos y ocupación) condicionan las probabilidades de tener un episodio de depresión mayor y qué factores lo explican.

Entre todos los factores analizados, las dificultades financieras y la soledad son los que tienen más impacto en la salud mental

Según los resultados de estos estudios, si bien la relación entre ingresos y depresión se explica por factores materiales como por ejemplo las dificultades financieras de los hogares, la relación entre el nivel educativo y la depresión se explica también por factores conductuales como el sedentarismo, y la relación entre ocupación y depresión, por factores psicosociales como la soledad o el apoyo social disponible en un sentido objetivo. Estos resultados dan una idea de la complejidad de la relación entre el estatus socioeconómico y la depresión y la necesidad de tener en cuenta diferentes indicadores simultáneamente para poder lograr una mejor comprensión del objeto de estudio.

Entre todos los factores analizados, las dificultades financieras –que multiplican por 3,5 las probabilidades de tener un episodio de depresión mayor– y la soledad –que multiplica por 5,3 estas probabilidades– son los factores con más impacto en la salud mental. El efecto de la soledad es, además, el que presenta más independencia en relación al efecto del resto de factores analizados; es decir, que su impacto presenta una magnitud similar independientemente de cuáles sean las características socioeconómicas y las conductas de riesgo de las personas (Domènech-Abella et al., 2018).

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Relación entre soledad y depresión

El impacto de la soledad en la depresión ha centrado gran parte de nuestra investigación sobre los condicionantes sociales de la salud mental. Hemos analizado su impacto en bases de datos provenientes de diferentes países europeos, para profundizar en la comprensión de esta relación. A través de una muestra representativa de la población irlandesa de 50 y más años, hemos analizado el sentido de la relación entre soledad y depresión. Según los resultados obtenidos, la relación entre soledad y depresión se da en ambos sentidos, pero, en mayor magnitud, es la soledad la que causa la depresión y no a la inversa. La soledad actúa sinérgicamente con aspectos objetivos de las relaciones sociales y ambos factores condicionan la salud mental de las personas (Domènech-Abella et al., 2019).

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La soledad también explica, en gran medida, el impacto en la salud mental de aspectos distales como por ejemplo la cohesión social o el acceso a los servicios públicos, la seguridad y la movilidad urbana. En este sentido, con datos de un estudio sobre la población belga, hemos analizado el impacto de estos factores distales en los síntomas de depresión. Según nuestros resultados, las personas que viven en entornos con baja cohesión social y en ciudades con una movilidad reducida tienen más probabilidades de tener depresión porque se sienten más solas (Domènech-Abella et al., 2021).

Las personas que viven en entornos con baja cohesión social y en ciudades con una movilidad reducida tienen más probabilidades de tener depresión porque se sienten más solas

Finalmente, a través de una muestra de más de 400 personas de 50 y más años, residentes en el Estado español y que habían tenido un episodio de depresión mayor en los últimos doce meses, hemos evaluado si la soledad y el apoyo social tienen también un efecto en el curso de este trastorno mental. Los resultados evidencian que los sentimientos de soledad aumentan drásticamente las probabilidades de recaída y que el apoyo social modera, en gran medida, la existencia de estos sentimientos (Gabarrell‐Pascuet et al., 2022).

Partiendo de estos resultados, trabajamos para desarrollar intervenciones dirigidas a los condicionantes individuales y comunitarios de las relaciones sociales para hacer frente a la soledad y sus efectos en la salud mental.

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El impacto de la pandemia de la COVID-19

Si bien estos estudios y gran parte de los estudios sobre soledad y salud mental se dirigen a personas de 50 y más años, los estudios sobre el impacto de la pandemia de la COVID-19 han evidenciado que la soledad no es un problema exclusivo de las personas mayores, puesto que fueron las persones adultas más jóvenes las que más solas se sintieron durante la pandemia, y esto provocó un aumento en la prevalencia de episodios de depresión mayor. Un estudio en el que se comparaba los cambios producidos desde antes de la pandemia hasta la primera oleada en una muestra representativa de la población adulta de Madrid y Barcelona mostró que las probabilidades estimadas de depresión mayor en la franja de edad más joven (18-29 años) pasaban del 4% al 25%, mientras que estas probabilidades estimadas pasaban del 2% al 11% en las personas de entre 30 y 44 años, y permanecían estables en valores próximos al 2,5% en las franjas de edad superiores.

Fueron las persones adultas más jóvenes las que más solas se sintieron durante la pandemia, y esto provocó un aumento en la prevalencia de episodios de depresión mayor.

El hecho de que las persones adultas más jóvenes se sintieran más solas durante el confinamiento podría explicarse por unas necesidades relacionales diferentes. Las personas más jóvenes podrían necesitar unas relaciones sociales más frecuentes y variadas que las personas más mayores para preservar su bienestar psicosocial. Además de la soledad, otros factores que contribuyeron a explicar las desigualdades en depresión por grupo de edad es que los jóvenes adultos presentaban una resiliencia psicológica más baja a los factores estresantes y sufrieron más las consecuencias económicas de la pandemia (Gabarrell‐Pascuet et al., 2023).

Próximamente, tendremos la oportunidad de evaluar en qué medida el efecto de la pandemia en la salud mental permanece a medio y largo plazo y si es necesario plantear nuevas intervenciones psicosociales basándonos en los condicionantes detectados.

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