Los GAM: Grupos de Ayuda Mutua

Hablar de salud mental muchas veces se confunde con hablar sobre síntomas, trastornos, dolor, angustia. Lejos de ser así, hablar sobre salud mental es hablar también de superación, esperanza, escucha, comprensión, empatía, amor. Por eso, creemos que el Día Mundial de la Salud Mental es una gran ocasión para dar voz a aquellos que, de las formas más diversas, buscan ofrecer un espacio de bienestar emocional y cariño para todo aquel que pueda necesitarlo. 

Un Grupo de Ayuda Mutua (GAM) es un conjunto de personas que se juntan en un momento y lugar determinado para compartir aquello que llevan dentro, lo que les ha ocurrido en la semana o lo que les inquieta.

Es un espacio donde compartir experiencias, sensaciones, emociones, conocimientos, y todo aquello que pueda darse en un entorno de confidencia y seguridad. Hay GAMs generales y también los hay de específicos: de mujeres o de hombres exclusivamente, de personas que están pasando por una depresión, de personas que conviven con una agorafobia, y así sucesivamente. Estos grupos suelen encontrarse en entidades destinadas a la salud mental y suelen ser gratuitos o muy, pero que muy, muy, económicos. 

Reportaje de España Directo (TVE) con los GAM de ActivaMent

Hasta aquí, con lo expuesto, uno puede entender la forma y finalidad de un GAM. Pero, ¿qué puede aportarnos un GAM? ¿Qué es realmente un GAM? Hay una frase que me fascina que dice «es tan fácil de entender que es difícil de explicar» y algo así sucede con los GAMs. Aun así, voy a tratar de transmitiros un poco de lo que uno puede sentir al ir a un GAM.

Un GAM es principalmente bonito, sí, bonito. Y lo más bonito que tiene son sus gentes. No puede explicarse la sensación que genera ver un grupo de personas reunidas mostrándose vulnerables y sintiéndose cómodas con ello. Cuando hablo de vulnerabilidad no hablo de debilidad, sino al contrario, de la valentía de mostrarse con aquello que duele. Creo que estaréis de acuerdo conmigo si os digo que no es nada habitual encontrarse en una situación donde se pueda hablar de lo que te inquieta o te entristece, de lo que hace unas noches te quita el sueño o lo que te genera angustia y te lleva a sentir que no eres suficiente bueno. No es habitual tener estas conversaciones porque, por lo general, nos asusta permitirnos el dolor lo suficiente como para luego poder compartirlo. Somos una sociedad experta en evitar el dolor y el malestar en todas sus formas. Y, allí, en el GAM, te liberas de esos prejuicios sociales y puedes empezar a entender que el dolor es tan desagradable como inevitable y que por el hecho de no hablar de él no será menos real. Y, con suerte, puedes incluso llegar a comprender que el dolor, del mismo modo que es una parte inherente a la vida, también es por naturaleza pasajero, y que justamente permitírtelo y darle un espacio es el mejor remedio para que así sea.

Es cuando vivimos una experiencia que valoramos como negativa e intentamos resolverla, que nos resistimos a aceptarla. Es, al resistirnos a ese dolor, cuando lo perpetuamos sin darnos cuenta convirtiéndolo en sufrimiento.

Aunque no estamos acostumbrados, las cosas que duelen por dentro no necesitan soluciones por fuera, solo piden poder ser sin ser juzgadas.

La base del GAM es relacionarse entendiendo que lo que se siente jamás puede ser motivo de juicio. Desde allí puedes acompañarte a integrar con otras personas, con las mismas ganas que tú de escucharse y superarse, que a veces las cosas duelen y eso está bien. Creo que si hay algo que puede pesar más que el sufrimiento es el hecho de sentir que uno tiene que cargarlo solo. Gracias a los GAMs eso nunca será la única opción si uno no quiere.

Ojalá, si me lee alguien que está pasando un mal momento y sufriendo con ello, reciba con estas palabras la bienvenida a contactarnos. Estaremos felices de saber ti. Todo estará bien, aunque ahora duela.

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