Acompañar a los niños y niñas durante las comidas

Resumen
Comer no es solo un acto nutritivo, sino también una experiencia con un fuerte componente educativo y social. Las comidas son momentos que fomentan la convivencia, el placer compartido, el fortalecimiento de los vínculos afectivos y la comunicación. También son espacios de transmisión cultural, religiosa y social, así como de aprendizaje, autonomía y responsabilidad.
Por eso, hay que poner en valor todas las oportunidades educativas que ofrecen las comidas: a través de ellas se puede transmitir:
- Alimentación saludable.
- Sostenibilidad (impacto ambiental, estacionalidad, proximidad, derroche, etc.).
- Cultura y gastronomía.
- Habilidades sociales.
- Autonomía.
- Sentido de la responsabilidad.
Compartir las comidas es una oportunidad privilegiada para establecer vínculos y adquirir buenos hábitos de salud. Este proceso es especialmente relevante durante los primeros años de vida, puesto que contribuye a una nutrición adecuada, un buen crecimiento y una relación positiva y duradera con la alimentación.
El ejemplo de las personas adultas
La alimentación infantil es un proceso recíproco que implica tanto las habilidades y las condiciones de los niños como las de las personas cuidadoras. Las prácticas alimentarias de las personas adultas, especialmente de madres y padres, tienen un papel clave en la configuración de los hábitos y en la relación con la comida de los niños.
Estas prácticas están condicionadas por múltiples factores individuales y, sobre todo, estructurales (circunstancias económicas, sociales y culturales). Es por eso que, a pesar de que muchos aspectos escapan al control de las familias, hace falta apoyo y recursos para revisar y fortalecer las habilidades parentales, especialmente en relación con la alimentación.
El rol o ejemplo que ofrece la familia y las personas con quienes la criatura ha creado un vínculo de apego es muy relevante.
Hay que tener en cuenta, también, la diversidad de modelos familiares y el estrés derivado de un estilo de vida exigente, especialmente en contextos de vulnerabilidad. Ante esto, es imprescindible adoptar una mirada comprensiva y no culpabilizadora, y proponer objetivos realistas.
La familia es el agente más influyente en la formación de los hábitos alimentarios de los niños. Varios estudios han constatado que los factores que más contribuyen a modelar los hábitos alimentarios de los niños son:
- Qué se ofrece: la disponibilidad de alimentos en el hogar.
- Cómo se ofrece: lo que consumen las personas adultas que acompañan al niño o a la niña, sobre todo la madre y el padre.
Por lo tanto, el rol, el modelaje o el ejemplo que ofrece la familia y las personas con quienes la criatura ha creado un vínculo de apego es muy relevante.
Atención y cuidado del marco relacional: ternura, respeto y participación
Ternura
Tanto en casa como en el comedor escolar, es esencial cuidar el espacio y el ambiente durante las comidas para favorecer el disfrute. Un entorno tranquilo, cómodo y cariñoso facilita la ingesta, la aceptación de los alimentos y el bienestar general.
Las comidas son momentos idóneos para la comunicación y la interacción. Escuchar al niño o niña -verbalmente y no verbalmente- y respetar sus decisiones (cantidad, ritmo, voluntad de repetir, etc.) favorece una relación positiva con la comida.
Es importante garantizar un tiempo suficiente y un espacio adecuado, sentados en la mesa y sin distracciones como pantallas o juguetes. Los niños tienen ritmos propios, diferentes de las personas adultas, y entre ellos mismos. Por eso, hace falta paciencia y disponibilidad.
Respeto
Es habitual que los niños rechacen ciertos alimentos por gusto, falta de hambre u otros intereses. Hay que acoger estas actitudes con comprensión y tolerancia. Un acompañamiento respetuoso y sin confrontaciones suele contribuir a que estas situaciones sean pasajeras. Para ayudarlos a aceptar nuevos alimentos, se puede fomentar la curiosidad y el placer, respetar las preferencias y dar la oportunidad de probarlos, ofreciendo los alimentos en diferentes ocasiones y en formatos diversos. Reducir la carga emocional asociada a la comida y promover conversaciones relajadas y variadas favorece un ambiente más distendido y con menos confrontaciones, lo cual siempre predispone a comer mejor.
Las personas adultas tendrían que centrarse menos en lo que hacen los niños (si comen o no comen) y más en la creación de un entorno estructurado, tranquilo, coherente y protector.
Insistir o forzar a los niños a comer, en cambio, puede ser contraproducente. No se tiene que forzar a comer por encima de la propia hambre, especialmente teniendo en cuenta la alta incidencia de obesidad infantil, más acentuada en entornos socioeconómicamente vulnerables. Tampoco es aconsejable utilizar pantallas o juguetes como distracción para favorecer la ingesta. En definitiva, lo más efectivo es confiar en su capacidad de autoregulación basada en las señales de hambre y saciedad.
Participación
A medida que la criatura va creciendo, debemos fomentar su autonomía y corresponsabilidad en la alimentación, tanto en casa como en la escuela. Los niños pueden implicarse progresivamente en todo el proceso: planificación, compra, preparación, cocina, recogida, limpieza, aprovechamiento de los alimentos, etc.
Este acompañamiento, hecho con confianza, entusiasmo y respeto, los ayuda a conocer mejor el mundo alimentario y a aceptar nuevos alimentos.
Comer en familia: una gran oportunidad
Las comidas familiares -siempre que se hagan sin pantallas- ofrecen una oportunidad única para:
- Conectar con los niños.
- Transmitir valores y hábitos.
- Expresar afecto.
- Escuchar y hablar.
- Fomentar el pensamiento crítico.
- Ofrecer un buen modelo a seguir.
La evidencia científica muestra una correlación clara entre comida en familia y mejores indicadores de salud infantil: hábitos más saludables, menos riesgo de obesidad y trastornos alimentarios, menos consumo de sustancias tóxicas y mejor salud emocional y mental.
Por eso, se recomienda:
- Hacer, como mínimo, una comida al día en familia y sentados en la mesa.
- Evitar completamente el uso de pantallas durante las comidas.
- Los dispositivos digitales tendrían que estar fuera de estos espacios. Las comidas son momentos privilegiados para proteger la atención de los niños y fomentar la relación directa y el diálogo.
Las comidas son momentos que fomentan la convivencia, el placer compartido, el fortalecimiento de los vínculos afectivos y la comunicación.
En resumen, las personas adultas tendrían que centrarse menos en lo que hace el niño o la niña (si come o no, qué come...) y más en la creación de un entorno estructurado, tranquilo, coherente y protector, donde ellas mismas ejerzan de modelo positivo y ofrezcan opciones alimentarias saludables.
Las responsabilidades clave de las personas adultas durante las comidas son:
- Garantizar un entorno alimentario saludable y sostenible.
- Hacer de modelo de hábitos saludables.
- Respetar las señales de hambre y saciedad de los niños.
- Fomentar la participación y autonomía en todo el proceso alimentario.
Teléfono de la Esperanza 93 414 48 48
Si sufres de soledad o pasas por un momento dífícil, llámanos.
