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Acompañar a los niños y niñas durante las comidas

¿Qué actitud y rol deben tener las personas adultas?
Maria Manera, Agència de Salut Pública de Catañunya

Maria Manera Bassols

Subdirección General de Promoción de la Salud. Agència de Salut Pública de Catalunya
Generalitat de Catalunya
Gemma Salvador, Agència de Salut Pública de Catalunya

Gemma Salvador Castell

Subdirección General de Promoción de la Salud. Agència de Salut Pública de Catalunya
Generalitat de Catalunya
Dos niñas comiendo en la mesa con la familia.

Resumen

Comer es una experiencia educativa y social que fomenta vínculos afectivos, hábitos saludables y la transmisión de valores culturales. El ejemplo de los adultos es crucial para moldear los hábitos alimentarios de los niños, y es importante crear un entorno tranquilo y sin distracciones. Se recomienda respetar las señales de hambre y saciedad, evitando forzar a comer, y promover su participación en todo el proceso alimentario. Las comidas en familia sin pantallas fortalecen la conexión afectiva y el diálogo y contribuyen a una mejor salud infantil. La responsabilidad de los adultos incluye garantizar un entorno alimentario saludable y ejercer de modelo positivo para fomentar la autonomía de los niños.
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Comer no es solo un acto nutritivo, sino también una experiencia con un fuerte componente educativo y social. Las comidas son momentos que fomentan la convivencia, el placer compartido, el fortalecimiento de los vínculos afectivos y la comunicación. También son espacios de transmisión cultural, religiosa y social, así como de aprendizaje, autonomía y responsabilidad.

Por eso, hay que poner en valor todas las oportunidades educativas que ofrecen las comidas: a través de ellas se puede transmitir:

  • Alimentación saludable.
  • Sostenibilidad (impacto ambiental, estacionalidad, proximidad, derroche, etc.).
  • Cultura y gastronomía.
  • Habilidades sociales.
  • Autonomía.
  • Sentido de la responsabilidad.

Compartir las comidas es una oportunidad privilegiada para establecer vínculos y adquirir buenos hábitos de salud. Este proceso es especialmente relevante durante los primeros años de vida, puesto que contribuye a una nutrición adecuada, un buen crecimiento y una relación positiva y duradera con la alimentación.

El ejemplo de las personas adultas

La alimentación infantil es un proceso recíproco que implica tanto las habilidades y las condiciones de los niños como las de las personas cuidadoras. Las prácticas alimentarias de las personas adultas, especialmente de madres y padres, tienen un papel clave en la configuración de los hábitos y en la relación con la comida de los niños.

Estas prácticas están condicionadas por múltiples factores individuales y, sobre todo, estructurales (circunstancias económicas, sociales y culturales). Es por eso que, a pesar de que muchos aspectos escapan al control de las familias, hace falta apoyo y recursos para revisar y fortalecer las habilidades parentales, especialmente en relación con la alimentación.

El rol o ejemplo que ofrece la familia y las personas con quienes la criatura ha creado un vínculo de apego es muy relevante.

Hay que tener en cuenta, también, la diversidad de modelos familiares y el estrés derivado de un estilo de vida exigente, especialmente en contextos de vulnerabilidad. Ante esto, es imprescindible adoptar una mirada comprensiva y no culpabilizadora, y proponer objetivos realistas.

La familia es el agente más influyente en la formación de los hábitos alimentarios de los niños. Varios estudios han constatado que los factores que más contribuyen a modelar los hábitos alimentarios de los niños son:

  • Qué se ofrece: la disponibilidad de alimentos en el hogar.
  • Cómo se ofrece: lo que consumen las personas adultas que acompañan al niño o a la niña, sobre todo la madre y el padre.

Por lo tanto, el rol, el modelaje o el ejemplo que ofrece la familia y las personas con quienes la criatura ha creado un vínculo de apego es muy relevante.

Niño que no quiere comer verdura.

Cómo pasar del «no me gusta la verdura» al «soy capaz de comerla»

Atención y cuidado del marco relacional: ternura, respeto y participación

Ternura

Tanto en casa como en el comedor escolar, es esencial cuidar el espacio y el ambiente durante las comidas para favorecer el disfrute. Un entorno tranquilo, cómodo y cariñoso facilita la ingesta, la aceptación de los alimentos y el bienestar general.

Las comidas son momentos idóneos para la comunicación y la interacción. Escuchar al niño o niña -verbalmente y no verbalmente- y respetar sus decisiones (cantidad, ritmo, voluntad de repetir, etc.) favorece una relación positiva con la comida.

Es importante garantizar un tiempo suficiente y un espacio adecuado, sentados en la mesa y sin distracciones como pantallas o juguetes. Los niños tienen ritmos propios, diferentes de las personas adultas, y entre ellos mismos. Por eso, hace falta paciencia y disponibilidad.

Respeto

Es habitual que los niños rechacen ciertos alimentos por gusto, falta de hambre u otros intereses. Hay que acoger estas actitudes con comprensión y tolerancia. Un acompañamiento respetuoso y sin confrontaciones suele contribuir a que estas situaciones sean pasajeras. Para ayudarlos a aceptar nuevos alimentos, se puede fomentar la curiosidad y el placer, respetar las preferencias y dar la oportunidad de probarlos, ofreciendo los alimentos en diferentes ocasiones y en formatos diversos. Reducir la carga emocional asociada a la comida y promover conversaciones relajadas y variadas favorece un ambiente más distendido y con menos confrontaciones, lo cual siempre predispone a comer mejor.

Las personas adultas tendrían que centrarse menos en lo que hacen los niños (si comen o no comen) y más en la creación de un entorno estructurado, tranquilo, coherente y protector.

Insistir o forzar a los niños a comer, en cambio, puede ser contraproducente. No se tiene que forzar a comer por encima de la propia hambre, especialmente teniendo en cuenta la alta incidencia de obesidad infantil, más acentuada en entornos socioeconómicamente vulnerables. Tampoco es aconsejable utilizar pantallas o juguetes como distracción para favorecer la ingesta. En definitiva, lo más efectivo es confiar en su capacidad de autoregulación basada en las señales de hambre y saciedad.

Participación

A medida que la criatura va creciendo, debemos fomentar su autonomía y corresponsabilidad en la alimentación, tanto en casa como en la escuela. Los niños pueden implicarse progresivamente en todo el proceso: planificación, compra, preparación, cocina, recogida, limpieza, aprovechamiento de los alimentos, etc.

Este acompañamiento, hecho con confianza, entusiasmo y respeto, los ayuda a conocer mejor el mundo alimentario y a aceptar nuevos alimentos.

Dos personas cocinando

Cómo organizar el menú semanal familiar

Comer en familia: una gran oportunidad 

Las comidas familiares -siempre que se hagan sin pantallas- ofrecen una oportunidad única para: 

  • Conectar con los niños.
  • Transmitir valores y hábitos.
  • Expresar afecto.
  • Escuchar y hablar.
  • Fomentar el pensamiento crítico.
  • Ofrecer un buen modelo a seguir.

La evidencia científica muestra una correlación clara entre comida en familia y mejores indicadores de salud infantil: hábitos más saludables, menos riesgo de obesidad y trastornos alimentarios, menos consumo de sustancias tóxicas y mejor salud emocional y mental.

Por eso, se recomienda:

  • Hacer, como mínimo, una comida al día en familia y sentados en la mesa.
  • Evitar completamente el uso de pantallas durante las comidas.
  • Los dispositivos digitales tendrían que estar fuera de estos espacios. Las comidas son momentos privilegiados para proteger la atención de los niños y fomentar la relación directa y el diálogo.

Las comidas son momentos que fomentan la convivencia, el placer compartido, el fortalecimiento de los vínculos afectivos y la comunicación.

En resumen, las personas adultas tendrían que centrarse menos en lo que hace el niño o la  niña (si come o no, qué come...) y más en la creación de un entorno estructurado, tranquilo, coherente y protector, donde ellas mismas ejerzan de modelo positivo y ofrezcan opciones alimentarias saludables.

Las responsabilidades clave de las personas adultas durante las comidas son:

  • Garantizar un entorno alimentario saludable y sostenible.
  • Hacer de modelo de hábitos saludables.
  • Respetar las señales de hambre y saciedad de los niños.
  • Fomentar la participación y autonomía en todo el proceso alimentario.